miércoles, 10 de febrero de 2010

El diablo como personaje cinematográfico (1)

 Hace una semana publiqué un artículo con unas palabras que, según diversos testigos, el diablo pronunció acerca de la Virgen durante una sesión de exorcismo. Ahora quiero tratar del diablo mismo como personaje en las películas sobre Jesucristo.

(Dejo al margen su presencia en un género fílmico muy popular -el cine de terror- por tratarse de un asunto alejado de la temática de este blog).

Ciertamente, el demonio es un personaje importante en el drama que vivió Jesús, aunque su presencia en los Evangelios se constata en muy pocas secuencias: además de las expulsiones durante su vida pública, el Maestro tiene dos fuertes careos con el Maligno: uno explícito y directo (las tentaciones en el desierto), y otro implícito y más bien interno: aquel que debemos suponer tras la terrible expresión de Cristo durante el prendimiento: “Esta es vuestra hora y el poder de las tinieblas” (Lc 22, 53). De ambas -especialmente de la primera- me ocuparé en éste y en el próximo artículo.

Las primeras películas mudas no prestaron atención a la secuencia de las tentaciones. Por una parte, la breve duración de aquellas cintas animaba a centrarse en los milagros, en las grandes predicaciones y en los grandes hechos del Señor. Por otra, la ausencia de sonido hubiera exigido la presencia de constantes rótulos en una escena eminentemente verbal. De ahí que haya sido sistemáticamente olvidada en el cine mudo.

La primera película sobre Jesús que reflejó la presencia del Diablo fue Rey de Reyes (1927), de Cecil B. DeMille. El filme comienza meses después del bautismo de Jesús y las tentaciones en el desierto, pero traslada una de esas tentaciones al momento en que Cristo expulsa a los cambistas del templo. Satanás tiene forma humana, pero la audiencia le reconoce de inmediato por su actitud arisca y su traje rigurosamente negro. Se dirige a Jesús con el ofrecimiento de todos los reinos del mundo si le adora. Jesús lo rechaza. Poco después, le veremos rechazar una oferta parecida de Judas y de la multitud que lo acompaña.

La representación del demonio como un ser humano es la solución más visual -y, por eso mismo, más habitual- que ha encontrado el cine para significar su presencia en el mundo (Aunque no es un hallazgo propiamente fílmico: el teatro venía utilizando este recurso desde antes del Siglo de Oro).

La primera película que se aparta de esta norma fue Rey de Reyes (1961), de Nicholas Ray. Aquí no hay una figura humana: simplemente escuchamos la voz de Satanás y vemos la reacción de Jesús. La voz del diablo, sin embargo, es diferente a la de Jesús. Así pues, mientras la película muestra a Satanás como una figura interna (como una sugestión en la conciencia), su voz sigue implicando un personaje externo, con una voz distinta y reconocible.

Al igual que Cecil B. DeMille, Passolini (El Evangelio según San Mateo, 1964) utiliza también una figura humana vestida de negro en la escena de las tentaciones. Como indica el título del filme, el guión tiene en cuenta sólo los diálogos del primer evangelista, de modo que -como sucede en el texto de Mateo- la secuencia del desierto es aquí breve, como un prólogo a su misión evangelizadora. Por otra parte, Passolini subraya visualmente el rechazo de Jesús a la tentación de conseguir poder y gloria, porque esta actitud casa muy bien con la visión marxista de un "Mesías redentor de los pobres".

Un retrato más interesante y completo de Satanás es el de George Stevens en La historia más grande jamás contada (1965). Aquí Satanás se presenta como un ermitaño glotón que vive en una cueva. Antes de iniciar las tentaciones, mantiene un diálogo amable con Jesús. Y esta estrategia de una inicial “no confrontación”, en contraste con el enfrentamiento directo que suelen escenificar otras películas, aparece ante nuestros ojos como más seductora, a la vez que más cercana a nuestra experiencia de seres tentados. A diferencia también de otros filmes, el ermitaño volverá a aparecer de nuevo durante la pasión: se cruza con Judas, cuando éste ha decidido traicionar al Maestro, y agita a la multitud durante el juicio de Pilatos para que condenen a muerte a Jesús. Esta segunda aparición está en consonancia con la implícita referencia de Lucas a “vuestra hora y el poder de las tinieblas”, y será una idea -la presencia del diablo en la pasión de Cristo- que recogerán los filmes del último decenio; muy especialmente, el de Mel Gibson.

4 comentarios:

  1. Lectora habitual10 febrero, 2010 15:09

    Magnífica entrada Alfonso.
    Pero este tema me da tanto yuyu que "pasopalabra", no me gusta ni escribir ese nombre del angel caído, y además, de hacerlo lo escribiría en minúscula, la mayúscula se la reservo a Dios.

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  2. Aunque dé cierto reparo, es necesario hablar del diablo. Si fuéramos más conscientes de su existencia, no caeríamos tan fácilmente en sus insinuaciones. De hecho, aunque muchos padres temen hablar del diablo y del infierno a sus pequeños, lo cierto es que la Virgen mostró el infierno a los pastorcillos de Lourdes (Francisco tenía sólo 8 años) precisamente para que fueran conscientes de la maldad del pecado.

    Sí te doy la razón, Lectora habitual, en lo que respecta a las mayúsculas. De hecho, he corregido el artículo porque, en efecto, el diablo no se merece esa atención tipográfica.

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  3. Tienes razón Alfonso, es necesario conocer al enemigo para poder vencerlo y el cine como siempre es un vehículo muy bueno para exponer la distintas caras del mal, que adopta disfraces muy variados como todos sabemos. Aunque me gusta pensar, como dijo Einstein, que no existe, que es simplemente la ausencia de Dios.
    Aporto un link sobre el "malo malísimo":

    http://catolicoaldia.blogspot.com/2009/10/las-tacticas-del-demonio-en-contra-de.html

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  4. Espero ansioso ver la continuación. A mí me gustó especialmente el retrato que Mel Gibson hace del diablo: su presencia en todo el relato de la pasión me parece verdaderamente antológico.

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