domingo, 28 de abril de 2013

La teleserie "La Biblia", a punto de dar el salto a los cines

Hace un mes comentábamos el estreno de la teleserie “La Biblia, que había alcanzado una gran audiencia en U.S.A. e iba a ser emitido por Antena 3 durante la Semana Santa. Como se presagiaba, sus diez capítulos, emitidos entre el Lunes Santo y el Domingo de Resurrección, obtuvieron un gran respaldo de la audiencia, y llegaron a ser el programa más visto de la semana.

Ahora se anuncia su posible salto a las salas cinematográficas. Tanto los datos de audiencia en varios países como las ventas en DVD en Estados Unidos han corroborado el popular apoyo a esta producción de de History Channel, llevada a cabo por Mark Burnett y Roma Downey. Y aunque parecía un producto imposible de presentar en la gran pantalla, ya están en marcha varias gestiones para lanzar una versión reducida para los cines de todo el mundo.

Es difícil saber si el público responderá positivamente ante un producto ya visto en televisión, pero hay precedentes muy positivos, sobre todo en el cine religioso: la mini-serie Jesús de Nazaret, de Zeffirelli, es el caso más claro: su estreno en los cines cosechó éxitos realmente notables. Por eso resulta aventurado descalificar esta opción, visto el gran éxito que ha conseguido hasta el momento.

En Estados Unidos, "La Biblia" fue el estreno más visto de un canal de cable en el año 2013. Después llegó a España, donde alcanzó los 3'8 millones de espectadores. Y sumando todos los estrenos, acumula casi 60 millones. Con este precedente, el creador de la producción Mark Burnett ha anunciado su intención de acortar la miniserie y dejar los 440 minutos de los diez capítulos en un único relato de tres horas para su estreno en los cines.

Según el productor, que ha desarrollado el proyecto junto a su mujer Roma Downey, existen ya “numerosas ofertas”. Pero también cabe la posibilidad de que sea distribuida por él mismo. En todo caso, Burnett se siente muy orgulloso con los resultados obtenidos: no en vano, ha sido la serie más comentada en las redes sociales norteamericanas. “Toda la gente que miró para otro lado hace tres años y dijo que nadie iba a ver ‘La Biblia’ en televisión se equivocaban. Yo no me sorprendí. Sabía que iba a funcionar. Para mí, era como una voz de Dios”, señaló el productor.

Rodada en Marruecos, la ficción es un relato épico de los episodios más significativos de las Sagradas Escrituras y ha podido contar con un numeroso y destacado reparto. La propia Roma Downey interpreta a la Virgen María y el actor portugués Diogo Morgado a Jesucristo. (Fuente: Deadline)

domingo, 21 de abril de 2013

"La Pasión de Cristo", la Pascua judía y la Eucaristía

En un post de esta Semana Santa citaba un artículo de Juan Manuel de Prada sobre el filme “La Pasión de Cristo” en el que decía: “La película aborda algunos asuntos medulares de la fe católica, como es el vínculo existente entre el sacrificio de la Cruz y el sacrificio de la misa”.

En efecto, el filme de Mel Gibson abunda en pasajes simbólicos que establecen dos claros paralelismos temáticos en el marco de la pasión de Cristo: el paralelismo de la pascua judía con la Última cena, y el del sacrificio del Calvario con el sacrificio de la Misa.

La primera escena que refleja esa analogía temática acontece casi al principio, cuando un joven escapa de Getsemaní soltando su manto (en alusión al joven que escapó arrojando una sábana: Mc 14, 51-52) y llega a la casa donde están pasando la noche la Virgen y María Magdalena. Les anuncia que se han llevado a Jesús, y la Virgen dice: “be-mah nishtanah ha-layla ha-zot mi khol ha-layelot” (“¿En qué se diferencia esta noche de todas las noches?”). Es la única frase en hebreo (no arameo) que se escucha en la cinta, y se trata de una pregunta ritual que siempre se hace en hebreo, aún hoy, en los primeros momentos de la cena pascual. A continuación responde María Magdalena, también en hebrero: “Porque una vez fuimos esclavos, y ahora ya no lo somos”.

Situada la frase en ese momento, como clave de interpretación para todo lo que vendrá, no sólo establece el paralelismo entre la cena pascual judía y la Última cena, sino que es también el inicio del profundo simbolismo que se irá desarrollando entre toda la pasión y la Última cena de Cristo: el lavatorio de los pies, la presentación del pan, la consagración del pan y del vino… Todo ello se entrelaza con pasajes de la crucifixión que refuerzan esa misma analogía. Gibson quiere recordar a la audiencia, por un lado, que en esa cena pascual se unieron el Antiguo y el Nuevo Testamento, y por otro, que en ella se anticipó sacramentalmente lo que en plenitud se realizaría poco después en la Cruz.

A partir de ahí, el filme desarrolla abundantes paralelismos que anticipan el sacrificio de la Cruz. Así, Jesús ve a un herrero que golpea las argollas de su inminente tortura y recuerda sus golpes en la madera al tallar una mesa en el taller de Nazaret: una y otra escena difieren en luminosidad (luz y alegría en Nazaret, oscuridad y tristeza en el palacio de Caifás), pero tienen para Él una misma significación: con su trabajo y con su pasión redimió igualmente a todos los hombres.

Otros paralelismos son más explícitos, como el lavatorio de las manos de Pilatos al entregar a Jesús, en contraste con el lavatorio de las manos de Jesús al comienzo de la Pascua. Ambos actúan como preámbulo y preparación de un sacrificio pascual: en la pascua judía, el paso de la esclavitud egipcia a la liberación como pueblo escogido; en la pascua del Gólgota, el paso de la esclavitud del pecado a la liberación como hijos de Dios.

Finalmente, el más claro paralelismo de la cinta se manifiesta en el flash-back de la consagración. Tras ver en el Calvario cómo los soldados clavan a Jesús en la cruz y empiezan a elevar su cuerpo, un montaje paralelo nos retrotrae al momento de la Última Cena en que Jesús eleva el pan y dice: “Tomad y comed, porque éste es mi cuerpo”. A continuación, volvemos al Gólgota y vemos que de la cruz recién levantada empieza a chorrear la sangre de Cristo, que se derrama sobre el madero. Un nuevo paralelismo nos sitúa en el Cenáculo, cuando el Señor levanta el cáliz y dice aquellas palabras: “Tomad y bebed todos de él, porque éste es el cáliz de mi Sangre… que será derramada por vosotros”.

Por si quedara alguna duda, la muerte de Cristo supone una profunda conmoción en la naturaleza dañada por el pecado –tal y como recogen los Evangelios- y el mismo diablo es herido mortalmente con la propia muerte del Redentor: sus gritos lastimeros se oyen desde lo más profundo del abismo.

La última imagen del filme (un precioso plano-secuencia que recorre la sepultura donde fue enterrado el Señor) termina en un primer plano de Jesús resucitado. Con Él, se disipan las tinieblas que han dominado casi toda la película, y la luz de la Resurrección inunda definitivamente la pantalla. Ha dado comienzo la Nueva Alianza sellada con la sangre de Cristo.

domingo, 14 de abril de 2013

Las películas sobre S. Francisco, el santo que inspiró al nuevo Papa

La primera sorpresa que dio el nuevo Papa fue la elección de su nombre. El cardenal Jorge María Bergoglio escogió para sí el nombre de Francisco, que hasta entonces no había elegido ningún otro Pontífice.

Muchos se preguntaron entonces el porqué. Pero no hubo mucho tiempo para elucubraciones, pues pronto sus palabras dejaron muy claro que quería ponernos como ejemplo la vida de ese santo italiano, que se identifica con la paz, la pobreza y un estilo de vida sencillo.

En la historia del cine, han sido muchas las películas que han recreado su vida, sobre todo en su país natal. Ya en la época muda se produjeron tres: El pobrecillo de Asís (Enrico Guazzoni, 1911), Hermano Sol (Hugo Falena, 1918) y Fray Francisco (Giulio Antamoro, 1927).

En la época moderna, hay otros tres grandes filmes sobre la vida de este santo que hoy deseo comentar. Cronológicamente son éstos:

- Francisco, juglar de Dios (Roberto Rosellini, 1950), con Aldo Fabrizi como protagonista. Se trata de una de las películas más significativas sobre la vida de este santo, rodada en plena época del neorrealismo y en cuyo fondo se mezcla una reflexión sobre la ambición humana (aún estaban abiertas las heridas de la guerra mundial), con la búsqueda histórica de un personaje trascendental. Puesto en escena por Federico Fellini y Brunello Rondi, el film de Rosellini relata once episodios entresacados de sus Florecillas, en los que se manifiesta el espíritu de la reforma franciscana: desde el regreso de Francisco de Roma hasta la separación de los discípulos. Es, sobre todo, un poema visual construido a base de gestos. Interpretada, con excepción de Fabrizi, por no profesionales (todos frailes franciscanos), la película capta la pureza de los hermanos y sus deseos de vivir en armonía con la naturaleza.

- Hermano sol, hermana luna (Franco Zeffirelli, 1972), con Graham Faulkner como Francisco. Sin duda, la película más popular, la que ha logrado mayor éxito de público y la que ha sido adoptada por los franciscanos como su "auténtica biografía cinematográfica". A esto contribuye el estilo refinado del director y su capacidad de provocar emociones (aunque, para algunos, pueda resultar un tanto empalagosa). Parte del éxito se debe a las músicas, que el mismo director buscó durante mucho tiempo, y también a un reparto excepcional. La cinta, sobre un guión de Zeffirelli, Suso Cecchi d'Amico y Lina Wertmüller, propone que veamos a S. Francisco como precursor de los jóvenes idealistas de los setenta, aquellos que predicaban la no violencia, el regreso a la naturaleza y a la fraternidad universal. En todo caso,con este filme Zeffirelli quiso rescatar el cine del exceso de sexo y violencia que llenaba las pantallas aquellos años y demostrar que era posible encontrar a Dios también en el Séptimo Arte.

- Clara y Francisco (Fabrizio Costa, 2007), con Ettore Bassi en el papel del santo. Biografía de Clara y Francisco que comienza en 1198, con el alzamiento del pueblo de Asís contra los nobles de la ciudad. Paradójicamente, los que después serán fraternales compañeros pertenecen a dos estratos sociales enfrentados. Mientras la noble familia de Clara tiene que huir a la vecina Perusa, Francisco, miembro de la burguesía, saborea las mieles de la victoria. Al ser capturado y encarcelado en la batalla de Collestrada, comenzará a replantearse su vida. Pese a algunas inexactitudes, es bastante fiel a los hechos y al espíritu franciscano. De hecho, algunas de sus secuencias, como la consagración de Clara, son genuinas y alcanzan cotas de gran espiritualidad. Los personajes de Francisco y Clara –ella tiene aquí bastante protagonismo- están muy bien construidos: muestran carisma y profundidad. Se trata de una miniserie de dos capítulos coproducida por la RAI que tuvo un considerable éxito en Italia. Se encuentra fácilmente en muchos videoclubs.

domingo, 7 de abril de 2013

Estreno de "For greater glory", sobre la guerra de los Cristeros. Reseña de Juan Manuel de Prada

Se estrena, al fin, en los cines españoles For Greater Glory, la película sobre la Guerra Cristera o Cristiada (1926-1929), desatada en México después de que el gobierno del laicista Plutarco Elías Calles cometiera los más inicuos atropellos contra los católicos, incluidas matanzas de sacerdotes y fieles.

La película, de factura técnica más que notable, incorpora un elenco de campanillas (con nombres tan vistosos como los de Andy García, Eva Longoria, Peter O’Toole o Rubén Blades) y denota un esfuerzo de producción en verdad llamativo. Se trata de una obra de declarada militancia católica; pero muy alejada del temible tono empalagoso –cuando no aciagamente buenista— que suele lastrar las películas que se presentan bajo este marbete.

For Greater Glory es una película épica al modo clásico, llena de lances heroicos y pasajes conmovedores, muy alejada del cine de acción de los últimos años, donde las pirotecnias y aspavientos propios del género enmascaran argumentos vacuos y personajes sin encarnadura. En For Greater Glory no faltan, desde luego, las secuencias trepidantes, los tiroteos y escaramuzas bélicas; pero, al hilo de tales secuencias, se nos plantean conflictos humanos vigorosos y desgarradores y se nos presenta una panoplia de personajes de lo más variopinto.

Desde el Beato Anacleto González Flores, un líder católico que acaudilló la resistencia pacífica contra Calles antes de ser martirizado, al aventurero Victoriano Ramírez, alias “el Catorce”, cuyas hazañas sanguinarias lo envolverían en una aureola de leyenda. Desde el niño José Sánchez del Río, también beatificado por la Iglesia, quien fuera martirizado del modo más sañudo, al cura cristero José Reyes Vega, responsable de ordenar incendiar un tren sin evacuar antes a los pasajeros. Y, por encima de todos, el general Enrique Gorostieta, comandante del ejército cristero, un hombre más bien descreído que acabaría convirtiéndose, impresionado por la fe de sus soldados. For Greater Glory, que se permite ciertas licencias en la reconstrucción biográfica de sus protagonistas (así, por ejemplo, en la relación entrañable que se entabla entre el general Gorostieta y el niño José Sánchez del Río, que tal vez ni siquiera llegaran a conocerse), no escamotea sin embargo los aspectos de su personalidad más vidriosos o problemáticos, que deja al juicio del espectador; tampoco, oculta, por cierto, las disensiones en el seno del bando cristero, y aun de la propia jerarquía católica.

Pero si hay algo que For Greater Glory no oculta es que la Cristiada fue, en su esencia y por encima de otras circunstancias políticas o económicas, una guerra religiosa, desatada por odio a la fe católica. El “¡Viva Cristo Rey!” que los cristeros lanzan, a modo de proclama inquebrantable, antes de entrar en la batalla, y que sus mártires repiten ante sus ejecutores, después de haberlos perdonado, así nos lo recuerda constantemente. En España también tuvimos otra guerra en la que muchos inocentes murieron lanzando ese grito, pero ninguna película los conmemora. En este sentido, For Greater Glory resultará para muchos espectadores españoles una película incómoda; no sólo para los laicistas satisfechos de su hegemonía, sino también para los tibios, los “políticamente correctos” y demás faunas gallináceas autóctonas. Al resto, la película no les defraudará: disfrutarán de casi dos horas y media de un cine épico y vibrante que ya no se estila; y saldrán de la sala oscura conteniendo a duras penas la emoción que les anuda la garganta y preguntándose por qué una película así es inconcebible en España. Si alguno llegara a responder esta pregunta, ya no dejaría de llorar.

(Juan Manuel de Prada, ABC)

lunes, 1 de abril de 2013

La Resurrección de Jesús en el Cine (y 2)


Ayer veíamos cómo los filmes clásicos (Rey de Reyes, Jesús de Nazaret y la miniserie Jesús) habían plasmado la escena de la Resurrección. Hoy completo esa visión panorámica con la referencia dos filmes modernos, que ofrecen una nueva visión de Cristo.

En la misma línea de mostrar a un Jesús divino y humano, Redentor de los hombres y –a la vez- cariñoso y afable con todos, en el año 2000 se estrena en Estados Unidos una película de animación, dirigida por Stanislav Sokolov, titulada El hombre que hacía milagros. Muy fiel a los Evangelios, la historia está narrada desde el punto de vista de una adolescente: la hija de Jairo, a la que Cristo resucita en una escena conmovedora.

El filme presta una especial atención a la secuencia de la Resurrección y a los acontecimientos que siguieron. Mientras otras películas omiten esa parte (El Mesías) o la distorsionan por completo (Jesús de Montreal, Jesucristo Superstar), El hombre que hacía milagros le da una importancia capital en el conjunto del relato. Además, y en comparación con los demás filmes comentados en este serial sobre “La Resurrección en el cine”, aquí el desarrollo de esos acontecimientos abarca un metraje considerable y conjuga, en su narración, la fidelidad a las Escrituras con una integración creativa de las distintas escenas relatadas por S. Juan y S. Lucas.

En este filme vemos, de forma hilvanada, todos los sucesos de aquellas horas: María Magdalena encuentra la tumba vacía y se echa a llorar (Jn 20, 1). Entonces, una voz cálida a sus espaldas —que ella toma por la del hortelano— trata en vano de consolarla; hasta que le oye pronunciar su nombre, “¡María!”, y se vuelve conmovida porque ha comprendido que está ante Jesús resucitado (Jn 20, 11-18). Según le indica el Maestro, corre a contárselo a Pedro, y esto mueve al apóstol a acudir a la tumba (Jn 20, 2-7), aunque sin la compañía de Juan.

De regreso a Jerusalén, mientras medita en el sepulcro vacío, Pedro se encuentra con el Maestro (Lc 24, 34) y vuelve corriendo para contarlo a los demás apóstoles. Al llegar al cenáculo, vemos que acaban de llegar Cleofás y Jairo, y éstos relatan —se ve luego en dibujos animados— cómo Jesús se les ha aparecido en el camino a Emaús y les ha explicado las Escrituras, y cómo le han reconocido al partir el pan (Lc 24, 13-35). Tomás muestra entonces un escepticismo sarcástico frente a esos relatos, que juzga fantaseados... Y aquí corté la secuencia, para no hacerla demasiado larga. Lo que sigue es la repentina aparición de Jesús, que enseña sus manos a todos, y en especial a Tomás. El apóstol cambia su incredulidad por un sincero acto de fe (Jn 20, 36-41).

La concatenación de escenas -creando unidad en lo que eran cuadros sueltos- es lo que hace sublime, atractivo y dinámico el relato que este filme nos ofrece de toda la secuencia de la Resurrección.

(Para ver la secuencia, pinchar en el fotograma)



El último filme que analizamos en este serie es La Pasión de Cristo (2004), dirigido por Mel Gibson. En un plano breve (un epílogo sumamente sugestivo a todo el gran relato de la pasión) nos ofrece una explicación teológica –basada por completo en un pasaje de S. Juan- de lo que sucedió en el instante de la Resurrección.

Según testimonios de la época, los judíos empleaban una gran sábana blanca para embalsamar a los difuntos. También era costumbre envolver el rostro con otro paño más pequeño (sudario, le llamaban) para sujetar la mandíbula y evitar que se abriera la boca del cadáver. Es lo que hicieron con Jesús: tenía la sábana “y el sudario que había sido puesto en su cabeza” (Jn 20, 7). Con esto tenemos dos piezas: la sábana y una venda separada de ella que se usaba como mortaja.

Cuando Juan entró en el sepulcro, “vio los lienzos plegados y el sudario, que había sido puesto en su cabeza, no plegado junto con los lienzos, sino aparte, todavía enrollado, en un sitio” (Jn 20, 7). Es esa disposición de los lienzos (“todavía enrollados” pero sin el cuerpo en su interior), simplemente “plegados(en el original griego: “caídos”, como si hubiera desaparecido el cuerpo de su interior) es lo que inmediatamente mueve a la conversión del apóstol: “Entonces entró también el otro discípulo…, y vio y creyó” (Jn 20, 8).

Todo esto es lo que trata de reflejar el último plano de la película de Mel Gibson. Un fantástico plano-secuencia sugiere el momento en que se desliza la piedra de la entrada. Todos los Evangelios señalan que la piedra fue removida, y Mateo describe incluso el momento en que “se produjo un gran terremoto, y un ángel del Señor… apartó la piedra” (Mt 28, 2). La toma va recorriendo las distintas cavidades de la roca, y de repente entran en plano los lienzos sagrados en el momento en que empiezan a caer sobre sí mismos.

Sigue el movimiento del plano, y los lienzos quedan “caídos”, atados y enrollados alrededor de la mortaja, como si en ese preciso momento hubiera desaparecido el cuerpo de Jesús. Justo entonces vemos la razón de ese vacío: la cámara enfoca un luminoso primer plano de Cristo resucitado, que a continuación se alza para mostrar su cuerpo glorioso, sin los estigmas de la flagelación y la coronación, pero sí con las señales de los clavos en sus manos. Es el momento en que acaba de resucitar y por eso los lienzos caen sobre sí mismos. Gibson muestra así a los espectadores, justo en el momento en que sucede, lo que una vez acontecido conmoverá profundamente a Juan.